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miércoles, 12 de octubre de 2011

Leche frita con sorpresa. La perla negra.


   Mi primo Elías Dogger ha venido a comer. Mi primo Elías, además de rico, hijo de rico, fabricante de paraguas, soltero de oro, guapo, detective privado y divertido; cocina de maravilla y tiene muchas historias que contar. El postre lo ha traído él, leche frita con sorpresa acompañada de higos chumbos. Toda una dulzura fría.
   Mientras preparábamos una deliciosa sopa de tortuga Lady Curzom y un pollo al curry para chuparse los dedos - próximas recetas- me ha contado una de sus aventuras detectivescas.
   No hace muchas fechas, una conocida aristócrata viuda de un torero y amiga suya había descubierto por la mañana la falta de un collar de perlas negras valorado en un potosí. La aristócrata era una mujer de resultados rápidos y la policía no le había dejado más que una casa patas arriba y una servidumbre con los nervios de punta a la hora del almuerzo, que resultó un desastre.
  Su mejor recurso era llamar a su amigo Elías para tomar un cóctel a la tarde, cenar en la terraza y tener su collar en el cuello para los postres, tal era la confianza que depositaba en mi primo.
   Elías resuelve todos sus casos con la ayuda de tía Anita, amiga de toda la vida de la aristócrata robada, pero que esa misma tarde tenía una reunión importantísima con su grupo de viudas cristianas "El Pentateuco" -formado por cuatro viudas y una soltera a la que se le hundió el novio con un barco de carbón y podía darse el título de viuda- en la que tratarían la confección de manteles nuevos para el altar de santa Rosita, tema inaplazable a todas luces. 
   Mi primo se las tendría que ver solo con el misterio aunque permanecería constantemente comunicado con la tía Anita mediante el móvil. En realidad estaba comunicado constantemente con las cinco pues las cinco siempre metían las narices en sus casos. A pesar de lo pesadas que son el nunca tiene un mal gesto y las considera como una colección de tías viejas a las que quiere sinceramente.
  La comunicación permanente consistía en que cada veinte minutos le hacían una llamada haciendo preguntas de todo tipo y dando las opiniones más peregrinas. Podían dar puntadas y cotorrear al mismo tiempo, e incluso dar puntadas y hablar por el móvil a la vez.
  Elías iba informando puntualmente del desarrollo de la velada ,desde la ropa de la señora a la manera de servir los cócteles., al Pentateuco todo le parecía importante y esclarecedor.
  Elías dirigió inteligentemente la conversación, interrogó a los criados con sutileza, levantó los pañitos de los sillones admirando el fino trabajo de crochet y escudriñó toda la casa con su elegancia natural sin levantar la más mínima sospecha.
  Hasta el segundo plato no se había avanzado nada en la resolución del misterio, la cosa no pintaba bien y el Pentateuco disparataba a lo grande pero Elías conseguía mantener tranquila a la señora a pesar de que el teléfono no dejó de sonar durante toda la tarde. Estaban sirviendo los postres cuando tuvo que enumerarlos por teléfono sin perder la compostura: copa Joules, fruta troceada con julepe de menta y leche frita con higos chumbos.
  No había terminado de nombrarlos cuando tía Anita le dijo: "hijo, la leche frita,  la leche frita, ahí están las perlas"
  Efectivamente, escondida en cada uno de los trozos de leche frita había una perla negras. El cocinero fue detenido, las perlas fueron lavadas y enviadas al taller para volver a ser engarzadas como siempre habían estado.
  El misterio estaba en que tía Anita sabía perfectamente que la señora detestaba la leche frita y que los higos chumbos le producían estreñimiento, razón por la cual ella nunca  hubiera elegido servirse de ese postre y Elías, conocedor de sus gustos, igualmente la hubiera rechazado. La leche frita hubiera ido al cubo de la basura y las perlas habrían salido de la casa sin que nadie sospechara nada.
   Pues el postre de hoy es en recuerdo de esa aventura.

INGREDIENTES
Seis cucharadas grandes de copos de avena del cuáquero que se ríe.
Medio litro de leche entera, con nata.
Tres cucharadas de azúcar.
Más azúcar.
Canela en rama y en polvo
Aceite de oliva.
Pan de molde.
Miel de caña.
Huevo
Harina
Más aceite.
Higos chumbos.


PREPARACIÓN
   Primero preparamos la sorpresa que va dentro de la leche. Descortezamos dos rebanadas de pan de molde blanco y las cortamos en ocho rectángulos pequeños que freiremos en aceite de oliva. Conforme se doran los sacamos y los ponemos en un plato con miel de caña para que empapen bien en caliente y queden negros y jugosos.
   En el mismo cazo en que hemos frito el pan dejamos un culillo del aceite de freir el pan y añadimos el azúcar, movemos bien y ponemos un poco de leche. Cuando empieza a hervir y a formar espuma añadimos los copos de avena y dejamos que se empapen bien del aceite y del jarabe que se ha formado. Ponemos el resto de la leche, y la canela en rama y a hervir unos minutos.
  Cuando las pompas son muy grandes y pesadas retiramos del fuego y echamos una primera capa  de algo menos de un centímetro de grosor en un molde plano,  el resto de la masa clara la dejamos en el cazo para que no se enfríe.
   Cuando la capa del molde se ha enfriado un poco ponemos los trozos de pan con miel estratégicamente distribuidos sobre la capa de manera que que espacio entre suficientemente entre ellos. Cubrimos con el resto de la masa clara y dejamos enfriar.
   Una vez fría cortamos rectángulos de manera que los trozos de pan queden en el centro y no salgan por los lados, pasamos por huevo batido cada trozo, enharinamos y freímos con aceite.
  Al sacarlos de la sartén los cubrimos con azúcar y canela en polvo y los enfriamos.
  Se sirven bien fríos con unas rodajas de higos chumbos. También podemos servirlos bañados en un poco de crema de inglesa muy líquida. Eso va en el gusto de cada uno.

   Al cortar con el tenedor irá apareciendo la perla negra en su interior. Dulce y jugosa.
  También podemos acompañarla con una crema espesa de leche mu fácil de preparar. Ponemos igual cantidad de leche, nata y queso fresco, batimos, azucaramos, un poquito, muy poco de vainilla y al fuego lento; en cuanto comienza a hervir apartamos, dejamos enfriar y ya está.

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