Hace días me anunciaron que querían hacerme una visita y que su intención era llegar a la hora de la merienda pues pensaban traer unos pastelitos de Casa Torralba, el obrador más antiguo de la ciudad. Eso no era cierto del todo porque en la guerra muchos obradores de confitería se reconvirtieron en panaderías para luego volver al confite con la llegada de la paz, los sacos de harina de estraperlo, el azúcar de Gibraltar y las ganas de comer dulces de verdad que todo el mundo tenía.
Casa Torralba fue de las que cerró durante la contienda, sus propietarios se trasladaron provisionalmente a Tetuán, previa visita a Lisboa, y volvieron el "glorioso día" con un camión de azúcar pilé, al menos dos sacos de café y varias garrafas de esencias que metieron por el portón de atrás, abriendo dos días más tarde en una sonada reinauguración en la que no podían faltar las especialidades de la casa: patitos rellenos de crema inglesa, cestitas de frutas cubiertas de caramelo y milhojas de moka. El periodo guerrero ellos lo cuentan como si no hubieran cerrado, por eso lo de la antigüedad. Pero nada de eso es importante porque hacen unos dulces de muerte.
Pues bien una "bandejita" con dos docenas de las especialidades Torralba y mis tías, por ese orden, cruzaron el umbral de casa dejando tras de sí una mezcla de aromas entre merengue tostado y Maderas de Oriente, yo soy su suministrador. Té, ellas no toman café, té y pasteles y la conversación. Son unas magníficas conversadoras, entienden de todo porque, como ellas mimas dicen, tienen todo el tiempo del mundo para dedicarse a observar.
Clotilda y Brunilda son las hermanas de mi padre solteras. Se quedaron solteras por decisión propia -dicen ellas- porque a Clotilde se le conoció al menos un pretendiente opositor a notarías que murió escrofuloso a los dos años de conocerse, ella le guardó luto, medio luto y alivio de luto el tiempo que correspondía a un novio formal, que en realidad era bien poco, y como si no hubiera pasado nada. Todavía cuenta anécdotas sobre su antiguo novio y habla de él con más desenvoltura de la que corresponde a una señorita de su edad y de su tiempo. A tía Brunilda, en cambio, no se le conoce novio alguno ni habla del tema pero alguna vez que se ha tocado tal conversación y siempre en presencia de más de seis personas, las dos, a la vez, repiten una frase atribuida a mi abuelo Sin: "Cásate o no te cases, de todas maneras te vas a arrepentir". Así que son solteras con gusto. Viven juntas y solas desde que murieron los abuelos y cocinan como los ángeles; dicen que porque vivan solas no van a comer siempre jamón de york y verduritas. Se preparan unos platos para las dos que a más de un francés le harían pronunciar la erre correctamente.
Mi abuela no descuidó su educación en ningún sentido, se encargó de que estudiaran en los mejores colegios de la ciudad y de su tiempo y nunca dejaron de leer y conocer por todos los medios a su alcance. Han viajado mucho, visitan museos constantemente y están conectadas con las nuevas tecnologías sin ninguna dificultad aunque tampoco les tienen sorbido el seso. Hoy son dos señoras mayores con una vitalidad increíble, buen gusto en el vestir sin recargos innecesarios, una cultura extensa y un saber culinario enorme. No tienen sobrinos preferidos y así lo dicen cada dos por tres pero amí me quieren más que a los otros, estoy seguro. Por lo menos más que a mi prima Elmy -Edelmira como la abuela-.
He logrado convencerlas para que se queden a cenar y como no había nada previsto, lo cual nunca es un problema, hemos preparado entre todos algo ligerito entresacado de la nevera:
CHOCOS Y LANGOSTINOS CROCANTES.
INGREDIENTES:
Langostinos grandes o gambones -aunque no es lo mismo-
Chocos no demasiado grandes limpios
Endibia
Tomates cherry
Cebollitas en vinagre
Mejillones al vapor
Aceite
Zumo de pomelo dulce
Azafrán en hebra
Zumo de limón
Albahaca
Sal
Pimienta blanca
PREPARACIÓN
Pelamos los langostinos y guardamos las peladuras para luego hervirlas y aprovechar el caldo para la ensaladilla rusa o el arroz. Si son muy grandes le podemos quitar la tripa de la espalda, les damos un corte limpio a lo largo hasta dejarlos como un librito y los sumergimos en el zumo de pomelo con sal, albahaca, pimienta y un poco de zumo de limón; como una media hora.
Limpiamos o descogelamos los chocos, lo que nos ocupe en ese momento y los salamos un poco, no mucho, estos no los ponemos en pomelo, solos, con la sal solamente en un plato esperando el momento de la fritura.
Ya tenemos preparados unos mejillones al vapor, no demasiados.
Ahora hay que hacer dos cosas a la vez, más que a la vez simultáneamente: una es emborrizar en pan rallado los langostinos y enharinar los chocos, aquí a cada uno lo suyo. Hay que procurar que los langostinos queden bien cubiertos con una buena capa de pan. A la sartén.
La otra cosa es muy fácil, mientras que se hace la fritura vamos a preparar una salsita. Ponemos en el vaso de la batidora un poco de aceite, los jugos de haber tenido los langostinos y unas hebras de azafrán y batimos con cuidado con la batidora de brazo hasta tener una salsa muy homogénea, probamos y la servimos cubriendo los vegetales y dejando un poco para mojar.
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